Huele las flores... No fumes
“Huele las flores… No fumes”. La señal apareció el lunes, como un brote tardío de primavera, en los 1.700 parques de Nueva York, donde encender un cigarrillo está penalizado con 50 dólares.
La policía recibió órdenes de no excederse el primer día, sobre todo con los turistas no familiarizados con la estricta norma, que sitúa a la Gran Manzana a la cabeza mundial de la brigada contra el tabaco.
Mientras en Madrid sigue habiendo resistencias humeantes y ancestrales al “prohibido fumar” en los bares, en Nueva York van ya con ocho años de adelanto. La prohibición se extiende ahora a las plazas peatonales como Times Square y a las playas como la concurridísima Coney Island.
Entres los neones de Times Square, las discretísimas señales de “No smoking within the plaza” pasaron casi desapercibidas. La policía se pasó la mañana suplicando a turistas europeos y asiáticos que apagaran el pitillo. Por ser el primer día, perdonaron la multa. Pero a partir del martes serán inflexibles.
En Bryant Park, junto a la Biblioteca Pública, los carteles “floridos” tuvieron más éxito. A la hora del “lunch”, la ausencia de humo era casi tan patente como en las oficinas del Midtown, donde empezó la batalla hace un par de décadas.
De noche, en Union Square, una pareja de italianos -Beppe y Claudia- apuraban sendos pitillos bajo la estatua de Washington y aprovechando la oscuridad... “Nos hemos enterado, y nos parece excesivo. Llevamos todo el día fumando a escondidas, pero ahora que nadie nos ve, ¿quién va impedirlo?”.
La plazuela de Mercer Street y Waverly Place cuenta desde ayer con una fumadora menos: Lauren Calver, que solía bajar a echar el último pitillo a las diez de la noche (“aprovechando que están dormidos los niños”) y ayer se quedó apurándolo como una proscrita en las escaleras de incendios: “Creo que ésta es la puntilla que necesitaba para dejarlo definitivamente”.
A ese argumento se aferra precisamente el doctor Thomas Farley, director del Departamento de Salud e Higiene Mental (como suena), y principal impulsor de la medida que acaba de tomar efecto: “Nuestra esperanza es que muchos fumadores aprovechen esta oportunidad para dejarlo... Y por supuesto proteger especialmente a los niños de los efectos nocivos del humo”.
Cuando Farley le propuso a Michael Bloomberg extender la prohibición a parques, parterres y playas, el alcalde no las tenía todas consigo. Pero vistos los resultados de la prohibición en bares y restaurantes (350.000 fumadores menos), Bloomberg decidió extender la cruzada antitabaco al aire libre.
Como protesta, los libertarios de Citizens Lobbying Against Smoker Harassment (CLASH) convocaron a sus huestes a “fumadas” simb'olicas en los parques. La respuesta fue minoritaria, pero la directora de CLASH, Audrey Silk, ha prometido intensificar la campaña los próximos días con actos de resistencia civil.
En el otro extremo, Cynthia Hallett, de Americans for Nonsmokers Right, asegura que lo que ha hecho Nueva York no es más que subirse a la imparable ola, con más de 500 municipios prohibiendo ya fumar en los parques “por razones de salud y de impacto ambiental”.
Pese a todo el ruido mediático, lo cierto es que la normativa entró en vigor con el silencio y el sigilo de una lluvia primaveral: “Huele las flores... No fumes”.
Tomado de:
http://www.elmundo.es/blogs/elmundo/cronicasny/2011/05/24/huele-las-flores-no-fumes.html
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