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viernes, 11 de mayo de 2012

El Espectador. Bogotá Colombia, 10 de mayo de 2012


Asesinos conscientes

Por: Juan Carlos Botero

Todo fumador es víctima y a la vez responsable de la mayor estafa que se ha cometido en nuestro tiempo.

Así es, dice Mike Moore, fiscal general de Misisipi. Es el mayor fraude de la historia. El periodista parece incrédulo ante semejante frase. ¿En serio?, pregunta. Sin duda alguna, reitera Moore. He trabajado durante años con adictos a las drogas, y nada es comparable a esto. La cocaína mata unas 15 mil personas en EE.UU. cada año, pero las muertes a causa del cigarrillo superan las 425 mil. Y las compañías de tabaco no sólo han evitado cualquier sanción por este delito colosal, sino que han amasado una fortuna en el proceso.
La declaración anterior es parte del famoso programa de Mike Wallace, 60 Minutes, producido por Lowell Bergman, en 1996. La gente conoce parte de la historia gracias a la película magistral de Michael Mann, The Insider. Pero hay otra parte igual de importante y menos conocida. Wallace falleció hace poco y en homenaje se han retransmitido sus mejores programas. Y este es uno de los más valientes.
Resulta que la empresa de tabaco Brown & Williamson, en ese tiempo la tercera más grande del país, demandó al doctor Jeffrey Wigand por hacer público lo que él descubrió mientras trabajaba en la firma. Es decir, no sólo que los directivos de B&W sabían que la nicotina era adictiva, a pesar de haber jurado lo contrario ante el Congreso de EE.UU., sino que, mediante procesos químicos y en forma deliberada, aumentaban el impacto de la nicotina y, de esta manera, la adicción en los fumadores. En últimas, dijo Wigand, eso es el cigarrillo: un utensilio para proveer nicotina. Después el científico declaró en una demanda histórica contra las empresas de tabaco, y varios estados ganaron la suma de 360 mil millones de dólares.
Sin embargo, el caso es aún más escandaloso. Porque B&W denunció a Wigand e hizo hasta lo imposible para callarlo. Pero varios documentos secretos de la empresa llegaron a manos de Stanton Glantz, profesor de la Universidad de California, y él confirmó lo dicho por Wigand: desde hacía 30 años los gerentes de B&W y de otras firmas sabían que el tabaco creaba adicción y causaba enfermedades como cáncer, enfisema pulmonar y problemas cardiacos. No sólo eso. Mediante estrategias legales y tácticas de ‘matoneo’ le ocultaron esa información al público y silenciaron a sus críticos, procurando arruinarlos con litigios eternos, sobornarlos o aplastarlos con la vastedad de sus recursos. En suma: los directivos sabían que estaban matando a millones de personas y que se estaban lucrando con ese sufrimiento mundial. Y lo hacían sin importarles un carajo.
De modo que esa cara de la moneda, que todo fumador es víctima de esta industria criminal, está clara. ¿Pero la otra, que cada uno es, también, culpable de este fraude? Es obvio: esta estafa no podría existir, y menos a semejante escala de suicidio colectivo, sin el aporte de cada fumador, de la misma manera que el negocio de las drogas no podría existir sin consumidores, grandes o pequeños. Entonces, cuando alguien compra y enciende un cigarrillo, debe saber que le está ofreciendo su dinero y su salud a un asesino millonario que ni repara en la estela de muertos que deja su negocio, mientras él se dirige al banco, frotándose las manos y soltando risotadas.
Tomado de;

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