Para tomar sol sin humo de cigarrillo
Esta semana entró en vigencia la prohibición de fumar en un balneario de Santa Teresita. Son 200 metros de arena, pero se trata de una experiencia piloto en busca de convertir las playas del Partido de la Costa en áreas libres de humo.
Por Soledad Vallejos
Desde Santa Teresita
Hay que perderse por un camino como de tierra, aventurarse por un deck de madera, superar la confitería sin tentarse y entrar en la playa atravesando médanos sembrados de verde, de arbustos, de todas esas cosas que se supone que la playa no tiene pero sí, tiene. Al fondo está el mar, la arena en la que todavía quedan algunas colillas, rémoras del pasado inmediato pero que está en pleno tren de cambio. Un cartelito indica que “La costa respira”: quiere decir que estas arenas, o mejor dicho, las carpas que preceden la orilla son territorio libre de humo. Así están las cosas a esta altura de la temporada, cuando empieza a cumplirse el decreto provincial que a principios de enero estipuló ampliar las áreas públicas y privadas en las que el consumo de tabaco es reflejo non grato.
En rigor de verdad, lo que cae sobre la mano con un cigarrillo encendido no es el peso de la ley, sino algo infinitamente peor: la reprobación de conciudadanas y conciudadanos de las cercanías. Lo que sucede desde el lunes en Entre Médanos, el balneario privado en las afueras del núcleo urbano de Teresa (como llaman en las localidades vecinas a Santa Teresita) es “una prueba piloto”, explica el intendente del Partido de la Costa, Juan Pablo de Jesús.
El plan, que para dentro de cuatro años proyecta haber alcanzado todas las playas de la jurisdicción, este verano sólo alcanzará esta playa en particular. “Y vamos a evaluar el comportamiento del turista, del que utiliza la playa, y a medir el impacto que tiene en el resto de la sociedad”, explica De Jesús. ¿Cómo podrían medir los alcances y las repercusiones? “Tenemos cuarenta promotores de salud que están recorriendo la playa, explicando la campaña de playas libres de humo y también recorriendo otras localidades. Y después seguramente haremos encuestas de medición de opinión.” Por lo que al primer día de vigencia refiere, el intendente se mostraba satisfecho.
Por ahora y por esta temporada, los libres de humo son 200 metros del frente costero de este balneario (que tiene un total de 300), munido de planchas de energía solar y erigido calle de por medio con una urbanización coqueta y ecológica. El año próximo, el plan contempla sumar 2300 metros más a lo largo de todo el partido. “Y para llegar a eso, empezamos con los residentes: en febrero largamos juegos de plazas libres de humo, en el 100 por ciento de las plazas. Y el próximo verano extendemos a las playas.”
Se trata, dice el intendente De Jesús, de “concientizar”, más que instaurar prohibiciones. “Se trata de que cada uno de nosotros seamos más respetuosos, que respetemos al otro, fume o no, pero también que respetemos al medio ambiente y no contaminemos el agua, la arena. Una colilla concentra todas las toxinas del tabaco: se activan con el agua y quedan en el ambiente.” Dicho sea de paso: las dependencias administrativas del municipio son libres de humo desde 2006.
Ninguna nube en este cielo turquesa hace pensar en que el martes amaneció cargado de promesas de tormenta. Tan pocas personas pisando ahora la arena, aprovechando una brisa amable y la tranquilidad de playas nada multitudinarias, recuerdan que la mañana presagiaba un día de lluvia y más lluvia. “Por eso hay poca gente ahora”, explica Diana Crespo, en la administración del balneario de la que acaba de emerger un maremoto de niños y mujeres que esperan “el sábado cuando vengan los maridos”. Aunque la medida de desalentar el consumo de tabaco no estaba en el horizonte cuando las carpas se pusieron en alquiler, y mucho menos el primer día del año, al comenzar la temporada, dice Diana, en Entre Médanos no han recibido una sola protesta. Por el contrario, “cuando les explicamos de qué se trata, lo reciben bien”. Y eso, razona, que aquí podría resultar más conflictiva la iniciativa, porque “si es difícil pedirlo y controlarlo en un lugar cerrado, imaginate en uno abierto”.
Bajo una sombrilla rústica, Ernesto, de Hurlingham, no fumador, interrumpe apenas su descanso para decirle a este diario que la medida de liberar de humo el aire a su alrededor le parece “excelente”. “¿Por qué? Porque yo no fumo, en primer lugar. Y porque así debe ser.” A la distancia, tres chicas, dos chicos y un nenito a upa saltan las olas; desde la reposera Ernesto vigila cada movimiento. No ha visto a nadie fumando cerca en los días que lleva de vacaciones, pero no descarta, sin embargo, alguna pequeña rebelión, algún malhumor social. “Es que es difícil de hacer cumplir, viste. Porque la gente acá está acostumbrada a no respetar.”
Hacia el otro lado del médano, en el pequeño laberinto de carpas ocupadas, mayormente, por familias, pero también por varias de esas mujeres con maridos de fin de semana, todavía se ven algunos tachitos para recolectar colillas. Antes, en el balneario, explicaba Diana hace un rato, “como servicio porque estamos medio lejos de la ciudad, teníamos entre otras cosas cigarrillos para los clientes. Ahora no”. De ese pasado inmediato datan los cuenquitos. Pero hoy están vacíos. Carolina, que vino de La Plata con sus dos hijos, aunque “somos cinco en la familia, falta mi marido”, dice que fuma pero le parece “buenísimo” lo que acaba de entrar en vigencia. “Lo banco. En casa, no fumo adentro. En la playa ahora no lo voy a hacer y listo. Es respetar al otro, no intoxicarlo. Nada más. Total, lo que no fumo acá lo puedo fumar en otro lado donde no moleste a nadie, ¿no?”
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