Dejar de fumar es posible: le contamos cómo
El año nuevo invita a muchos a adquirir propósitos, le contamos cómo dejar el hábito de fumar.
Aunque las consecuencias del tabaquismo hayan sido divulgadas en repetidas ocasiones, anunciadas en cajetillas y puestas en conocimiento público a través de campañas de prevención, la Organización Mundial de la Salud calcula que este año el tabaco causará la muerte a casi 6 millones de personas en todo el mundo, incluidos más de 600 mil no fumadores que morirán como consecuencia de la exposición al humo de segunda mano. Frente a este panorama valdría la pena preguntarse ¿por qué, sabiendo que el cigarrillo causa enfermedades pulmonares, cardiacas y cerebrales, que produce un pésimo aliento, manchas en dientes y manos y una piel cenicienta, 15 millones de colombianos siguen fumando?
La respuesta es simple: si un fumador no está convencido de dejar su adicción, sencillamente no lo hará.
El jefe de la Fundación Neumológica Colombiana, Nelson Páez, dice: "Lo primero, lo más importante y primordial, es establecer la necesidad de dejar de fumar motivada por las consecuencias que tiene para la salud". Es decir, sin voluntad no hay acción.
Así lo confirma Alfonso Gamboa (41 años), quien decidió dejar el cigarrillo después de ser adicto por 20 años y de consumir hasta dos paquetes diarios (40 cigarrillos). Él cuenta: "hace seis años sentí la necesidad de dejar de fumar. Me levanté un día y me vi al espejo: mis labios, dientes y dedos estaban amarillos. Yo sabía que fumar hacía daño, pero creía que eso pasaba, que no importaba, no sé... Pero ese día fue diferente y algo cambió: me di cuenta de que era dependiente de algo que me estaba matando".
A la dificultad para tomar la decisión de dejarlo se suma que pocos asumen la adicción a la nicotina como una enfermedad. Horacio Giraldo, neumólogo y director de Ayre (Ayudas Respiratorias), asegura que "sin duda, el tabaquismo es una enfermedad y por eso debe ser tratada como tal. Así también -añade- es clave que un fumador entienda que la nicotina tiene el mismo potencial de adicción que la cocaína y la heroína y es tan difícil desprenderse de ella como de esas drogas".
Es cierto, abandonarlo no es fácil. La nicotina -el único compuesto del cigarrillo que genera adicción- actúa directamente en el área de recompensa del cerebro y aumenta la liberación de dopamina, encargada de la sensación de placer. Después de exponer el cerebro al cigarrillo aparecen más receptores de nicotina, lo que supone un aumento en la cantidad de dosis necesarias para recompensar al organismo.
Cuando un fumador deja de hacerlo, experimenta síndrome de abstinencia que, según Nelson Páez, se manifiesta entre 20 y 60 minutos después de haber apagado el último cigarrillo y presenta síntomas como insomnio, sudoración profusa inexplicable, ansiedad, taquicardia, cambios en el hábito intestinal, pero lo más representativo para la mayoría de las personas es la irritabilidad, la poca tolerancia y la pérdida de concentración.
La exfumadora Lucía Gómez (45 años) da cuenta de esta dificultad: "Decidí dejar el cigarrillo luego de ver que mi hijo empezó a fumar. No tenía autoridad moral para decirle que no lo hiciera, así que me tocó a mí dejar de hacerlo. El último que fumé fue una mañana. A la hora de dormir, me acosté y no compré. Pensé que podía aguantarme y lo hice, pero esa sensación fue terrible: no podía dormir, daba vueltas en la cama. Miré toda la noche al techo, sudaba. Pasé esa noche sin fumar. A la mañana siguiente me levanté con rabia de lo que había pasado, pero si fui capaz de superar eso, tenía que seguir con esa decisión".
Por otro lado, el tabaquismo no produce enfermedades agudas ni deterioro mental inmediato, razón por la cual los adictos se convencen de que van a tener tiempo para dejar de fumar. Mónica Forero (37 años) pensaba así: "Yo no me daba cuenta del daño. Fumaba medio paquete de cigarrillos mentolados, me parecían suaves y lo justificaba con todo: el frío, el trasnocho, el trago. Pero un día tuve una cita con el médico. Me preguntó si fumaba. Luego me recalcó que yo solo tengo un riñón, pues el otro lo perdí por cálculos, y que por cada cigarrillo que fumaba, le quitaba un día de vida al órgano. Al siguiente cigarrillo que cogí, pensé: ¿qué estoy haciendo? Lo dejé".
¿Cómo dejarlo?
El especialista Horacio Giraldo asegura que así como existe un grupo de personas que puede dejar de fumar sin tratamiento médico, hay otro que lo necesita. Para él, "el deseo de dejarlo es fundamental y es la primera condición". El siguiente paso es que el afectado siga un tratamiento que incluye ayudas psicológicas y farmacológicas. En esto coincide Nelson Páez, quien asegura que "la ayuda profesional actúa sobre distintas áreas. Esto se denomina tratamiento multicomponente para dejar de fumar y abarca todos los aspectos que implican que una persona consuma tabaco". Por eso, si está encaminado en esta tarea, la primera recomendación es que acuda a un médico que pueda darle información clara sobre los distintos procesos y que le indique el mejor para usted (ver recuadro de estrategias médicas).
Por otro lado, tenga en cuenta que se enfrenta a una transformación en su estilo de vida y, en esta medida, no faltarán los obstáculos. Tal vez el más común tiene que ver con que hasta ahora muchos de sus hábitos diarios están acompañados por un cigarrillo: fumar después del almuerzo, tomarse un tinto y prender un 'pucho', hasta salir un viernes y tomarse un trago (Páez asegura que está demostrado que la asociación tabaco-alcohol provoca una mayor resistencia a dejar la adicción). En los tratamientos guiados por expertos cada persona debe determinar el momento en el que se detona el deseo de fumar y, cuando llegue ese momento, realizar una acción diferente.
Es clave que, en la misma medida, busque la ayuda de un nutricionista y se comprometa a hacer actividad física regular. Dejar de fumar aumenta las probabilidades de subir de peso pues la nicotina inhibe el apetito, pero si acompaña este proceso con una adecuada alimentación y ejercicio, no notará mayores cambios y, por el contrario, aumentará su tolerancia a los síntomas negativos de la abstinencia.
Así también, uno de los síntomas más difíciles de manejar es la irritabilidad que produce dejar de fumar. Cuando se sienta así, evite por todos los medios prender un cigarrillo o dejarse alentar por otros a hacerlo. En cambio, pida el apoyo de su entorno inmediato, es decir, familia, amigos y compañeros de trabajo, eso hará más fácil la decisión. Con el tiempo se dará cuenta de que el esfuerzo valió la pena.
Dejar de fumar es un proceso y si en el primer intento no lo logra, no se preocupe pues ganó una experiencia. "Cuando esto pasa, el afectado tendrá un porcentaje de éxito mayor en los intentos posteriores", asegura Giraldo. Tenga en cuenta que siempre puede recaer, pero si eso sucede busque el apoyo de sus seres queridos y luego de expertos. No se angustie por tener que volver a empezar de cero y, en cambio, entienda que el malestar que pueda sentir minutos después de dejar el cigarrillo se verá recompensado por una mejoría inmediata en su salud.
Por ejemplo, a las 24 horas de dejar de fumar hay cambios en la capacidad de transporte de oxígeno en la sangre. A los pocos días, menos trastornos en los niveles de presión arterial y frecuencia cardiaca. Esto sin mencionar el beneficio psicológico, del que el exfumador Francisco Celis (56 años) puede dar testimonio: "Yo busqué diferentes maneras de salir del vicio, hasta que definitivamente lo entendí. Es después, cuando uno mira hacia atrás, que se da cuenta de que era un esclavo. Luego uno logra ser quien realmente es. Sin ansiedad y sin temor".
Estrategias médicas para dejar el cigarrillo
En el mercado existen medicamentos que remplazan la nicotina, mimetizan su acción o la bloquean. La manera de saber cuál es el mejor para usted es acudiendo a un especialista.
Las terapias de reemplazo de la nicotina. Chicles, parches, inhaladores bucales y aerosoles nasales proveen esta sustancia y buscan evitar que los fumadores recurran al cigarrillo. Dependiendo del grado de adicción, los médicos formulan a sus pacientes dosis que disminuyen hasta llegar a cero. Son de venta libre, pero la recomendación es utilizarlos como parte de un tratamiento guiado.
La vareniclina (mimetizador de nicotina). Este fármaco enmascara la acción de la nicotina lo suficiente como para ocupar sus receptores en el cerebro. Eso hace que se reduzca el deseo de fumar. Una hora después de usado, ocupa tantos receptores que cuando la nicotina verdadera llega no tiene dónde actuar. A las advertencias sobre sus posibles efectos secundarios se sumó lo dicho en un editorial por el Journal of the American Medical Association (2006), que dejó sentado que no es un medicamento milagroso. A largo plazo -asegura- no logra mantener lejos del cigarrillo a más de la mitad de los fumadores.
El bupropión (antidepresivo). Fue utilizado en un comienzo para tratar la depresión hasta que se observó que muchos pacientes que lo usaban perdían las ganas de fumar. Nivela la cantidad de dopamina en el cerebro, sustancia que regula el placer; en otras palabras, mantiene el cerebro satisfecho sin necesidad de nicotina. La FDA hizo extensiva la orden de que sus envases lleven una etiqueta negra para advertir sobre sus efectos secundarios.
Vacunas. En el 2005, la Universidad de Minnesota creó una vacuna que activa el sistema inmunológico para que produzca anticuerpos que rechazan la nicotina e impiden su acción. En los ensayos clínicos, la mitad de las personas que la recibieron dejaron de fumar. Se espera que, en uno o dos años, esta pueda comercializarse.
Psicoterapia. El tratamiento se enfoca a modificar conductas (adquirir hábitos saludables), reestructurar conocimientos respecto al consumo del cigarrillo y suprimir el comportamiento que la persona adquiere al fumar. Suele combinarse con terapia farmacológica.
Hipnosis. Los tratamientos que recurren a esta técnica parten de la premisa de que a muchas personas no les alcanza la fuerza de voluntad para dejar de fumar, así que buscan recursos latentes en el inconsciente para ayudarle al fumador a superar el hábito. No tiene efectos secundarios, pero su eficacia no está científicamente demostrada.
REDACCIÓN CARRUSEL
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