Vivir envuelto en humo: ¿Una elección ya meditada?
Recientemente atrapó mi atención una joven que cruzaba una calle céntrica de La Habana. Ella llevaba de la mano derecha a una pequeña niña con uniforme escolar y sin pañoleta; seguramente era una alumna de prescolar.
El episodio hubiera pasado como intrascendente si yo no hubiese visto entre los dedos de su mano izquierda la existencia de un cigarro encendido que ella avivó con una profunda bocanada.
Mucho podríamos meditar acerca de si aquella mujer era consciente del tormento que le provocaba a la pequeña. Incontables veces se ha hablado del daño que causa el tabaquismo; sin embargo, las últimas estadísticas nacionales relativas al hábito de fumar muestran dimensiones preocupantes, lo que nos demuestra que aún falta mucho por hacer en la lucha contra ese azote.
En una investigación publicada en el presente año por la doctora Nery Suárez Lugo en la Revista cubana de salud pública, se analizó el comportamiento del consumo de cigarrillos en Cuba durante el año 2013, en relación con el año 2012: el consumo per cápita (por cada cubano de 15 años o más) creció en un 4,8 por ciento, lo que representa que cada persona comprendida en esas edades fumó un promedio de casi cuatro cigarrillos diarios.
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