Los nazis y su guerra al tabaco
La referencia más antigua al cáncer aparece en el Papiro de Edwin Smith que data de 17 siglos A.C. y describe tumores localizados en el pecho tratadas por cauterización en la medicina egipcia. Su bautismo fue dado por el padre de la medicina, el griego Hipócrates, quien utiliza los términos carcino y carcinoma para describir tumores duros que a veces reaparecían después de extirpados y que se esparcían para distintas partes del cuerpo, provocando la muerte.
Hipócrates también es el padre de la teoría humoral, que dominaría la medicina hasta el siglo XVII, y explica el cáncer como un desequilibrio de los 4 humores (sangre, flema, bilis amarilla, y bilis negra). Las sangrías serían la terapia que dominaría por un mileno el intento de restaurar el equilibrio corporal.
En el siglo XV se descubre el sistema linfático tras la descubierta de William Harvey (1628) de que la sangre circulaba por el organismo, se comienza a explicar el cáncer como un desequilibrio de la linfa. Cuando en 1761 la anatomía patológica de Juan Morgagni da un vuelco radical a la práctica médica estableciendo que la enfermedad más que un desequilibrio de fluidos es una dolencia localizada en un órgano específico, el cáncer pasó a ser visto como una dolencia de carácter local. El camino abierto fue seguido por Xavier Bichat, quien formula que los órganos son formados por diferentes tejidos, cuyas lesiones permitían localizar las patologías.
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