Mi amigo R.G. está empeñado en dejar de fumar. "Hoy es más fácil que antes porque nadie fuma. Ser moderno es una ventaja. ¿Vos cómo te llevás con eso?", me pregunta. Le respondo que cuando quise dejar de fumar, lo hice de golpe. Menea la cabeza, como diciendo: "eso es imposible". Lleva un diario del proceso de abstinencia. "Iba a quemarlo hasta que pensé en vos". Lo miro sorprendido. Estamos en el Café "Nino", adentro, menos por causa del frío que para favorecer su constancia. El cuaderno es viejo, con tapas de hule negras. "Llevo 73 días sin fumar", dice R.G. No lo leo en su presencia. Ni siquiera lo abro, hablamos de otras cosas como para disimular esta reunión.
Una semana más tarde llamo a R.G por teléfono. Le propongo un encuentro para el sábado, en el mismo lugar. Mientras tanto, marco las entradas que más me interesan. Él está de acuerdo en cederme el material.
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