Las plantaciones de tabaco de EEUU y sus niños de 16 y 17 años trabajando más de 12 horas al día, soportando náuseas y mareos por los efectos de la nicotina, ofrecen una imagen impropia de la primera potencia mundial, que se resiste a renovar las leyes de trabajo infantil en la agricultura.
"Cuando llego al campo, me pongo una camisa de manga larga, unos guantes y un sombrero para protegerme. Me tapo la boca porque, a veces, el agua que está en las plantas entra en la boca", explicó a la agencia EFE, Ana Flores, de 17 años e hispana, como la mayoría de los adolescentes que trabajan en las plantaciones de tabaco.
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